UN REGALO DE CUMPLEAÑOS

Aprendí a amar mis 87kg de peso y mi 1.67mts de estatura. Aprendí a valorar mis canas, mi piel estriada, mi poco cabello y mis arrugas. Ahora, amo mi cuerpo frágil y cansado y lo cuido con todo el amor que tengo porque es una máquina maravillosa que me permite vivir. Amo mi pereza, mis ganas de no hacer nada, de no querer nada, de no anhelar nada.

Comienzo a querer y a aceptar mi falta de capacidad para generar vínculos y bueno… también la desidia con la que he vivido la mayor parte de mi vida. Amo comer, amo la soledad, amo el desapego con el que vivo, aunque me pesa un poco el que le tengo a la vida. Aprendí a querer aquellos momentos de ausencia de mí, y a ser compasiva cuando me pesa la vida.

Amo la fragilidad de mi alma y la melancolía que vive en mí como si fuera una banda sonora. Amo la fuerza (¿o dureza?) que otros ven en mí. Amo la tranquilidad por la que muchas veces pagué tan caro, solo para no poder conseguirla. Hoy ya la tengo y es genuina. Amo también el dolor que muchas veces acompañó mi soledad.

Amo esta boca necia que a veces habla de más. Amo mi mente que no calla nunca, a veces inventando historias, a veces imaginando otra vida, y a veces haciendo juicios descarados.

Amo mi capacidad de amar, de cuidar, de proteger. Alguna vez pensé que no sería capaz de eso; hoy sé que puedo cuidar de una familia y contener por puro instinto de protección y amor.

Amo saber decir que no, y poder tener una palabra que logre aquietar el corazón ajeno. Amo haber aprendido desde muy chica a cuidar mis palabras y mis actos para no herir nadie.

Amo aprender. ¡Quién lo diría! Amo aprender a vivir cada día. Aprender a amar consciente y completamente, respetando al otro en todo su ser. Amo buscar cumplir mi propósito día a día. Amo poder sonreír todos los días, aunque sea por una tontería. Amo poder aceptarme con mis debilidades y faltas de compromiso. Pero, sobre todo, después de vivir casi toda la vida sin ganas de vivirla, amo y agradezco aprender a disfrutar la vida.