LA DESPEDIDA

No quiero despedirme
no quiero decirte adiós.
Debo confesarlo,
no quiero que te vayas.
No quiero que me dejes con mis miedos,
con mis tristes soledades
y mis desaciertos.

No quiero que me dejes con mis dudas
y con mis inseguridades.
No quiero quedarme sola con mis ruidos internos
y esas cabeza que no sabe callarse,
para darme descanso.

¿Ahora quién apaciguará mi alma?
¿Quién calmará este pobre corazón?
Quién me dirá lo que deseo escuchar,
lo que necesito que me digan repetidas veces,
porque aún no me lo creo.

Se que no debo decírtelo
es egoísta de mi parte;
porque son solo gritos de dolor,
gritos desde mi egoísta ser;
pero te extraño.
Aún hoy, aqui,
aún hoy, teniéndote,
a veces te extraño
cuando te comparto.

Y ahora te vas.
Te vas tan lejos de mi,
de lo que conoces,
de nuestro pequeño mundo juntos,
y yo me quedo solita con tus recuerdos.

Y sé que es egoísta
porque sé que estarás bien.
Siempre estás bien.
Llenas el alma de los que te acompañan.
Llenas de vida a los que te rodean.
Amas y te entregas con fuerza
y de la misma forma dejas de amar
y te recoges.
Pero siempre que partes
dejas lo tuyo;
tu marca,
tu espacio,
que nunca se llena con nada más.

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